lunes, 19 de diciembre de 2016

Partida de HeroQuest: el iniciado de Humakt

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Cuando diriges una campaña de rol, de vez en cuando es refrescante ponerse un día al otro lado de la pantalla del director de juego. Va bien para relajarte, centrarte en disfrutar de la partida y olvidarte de los típicos preparativos. Luego, cuando vuelves a la carga, tu mente tiene energías renovadas. Así, aunque estoy dirigiendo la campaña de samuráis con RuneQuest 6, el otro día aprovechamos que uno de los jugadores no estaba disponible para cambiar de máster y volver durante una mañana al Paso del Dragón, en Glorantha. Concretamente, a la campaña Colymar que jugamos hace dos años con HeroQuest Glorantha.

En esta campaña épica, los personajes forman parte del clan Lechuza Azul, un pequeño clan de bárbaros orlanthis orgullosos de sus tradiciones y enemigos del imperio lunar invasor. Cuando terminamos la campaña Colymar, en la última sesión, donde se decidió todo, uno de los personajes sufrió un cambio profundo. Volvió de una búsqueda heroica totalmente cambiado. Cuando regresaron al plano mundano, Naid el Forjador de Palabras anunció que ya no seguía la senda de Gustbran el Herrero de los Dioses. Con expresión severa e inescrutable anunció que a partir de ese día, y durante el resto de su vida, seguiría la llamada de Humakt, dios de la Muerte. Aquella decisión repentina no sorprendió a sus primos Varan el Justo y Hrólmar Manos Rojas, pues ninguno olvidaría jamás todo lo que les había ocurrido a los tres «allí abajo».


Así pues, la partida se centró en el ritual de iniciación de Naid en el culto del dios orlanthi de la Muerte. El máster presentó la situación explicándonos que había pasado cierto tiempo desde los acontecimientos del final de la campaña. Todos los personajes se hallaban lejos de sus tierras del clan por diversos motivos, aunque todos mantenían un perfil bajo para evitar que el imperio lunar centrara sus represalias en el clan. Naid había pasado ese tiempo aprendiendo las enseñanzas de Humakt en el templo del Collar de Indrodar. Cuando los espadas de Humakt consideraron que estaba preparado, mandaron mensajeros para avisar a la familia del futuro iniciado por si querían acompañarle en este momento importante de su vida. Sin dudarlo, varios miembros del clan Lechuza Azul, y entre ellos Varan y Hrólmar, acudieron y participaron en los ritos.


La iniciación al culto de Humakt es un funeral. [El máster puso una versión metalera de la marcha fúnebre y fue relatando el proceso]. La familia de Naid acudió vestida de luto. Si superaba la iniciación, Naid moriría ritualmente y se separaría por completo del resto de los vivos. En el clímax del ritual, Naid debía romper los lazos afectivos que le unían a su familia y a su clan. Es así porque la Muerte es totalmente imparcial. [Esto se reflejó al final de la búsqueda heroica mediante una tirada opuesta entre su runa de la Muerte y su fidelidad al clan]. En ese momento, Naid recordó todos los buenos momentos que había vivido con su familia, con sus primos y con su clan. Estos recuerdos trataban de hacerle permanecer junto al mundo de los vivos. Por suerte, superó la prueba y se entregó por completo a la Muerte.

Después de los preparativos en el templo de Humakt, Naid partió acompañado por sus primos y otros guerreros. Allí estaban Branduan de los Perrogrís y su fiel compañero de armas Offir, así como el escurridizo Angor el Rojo y, por supuesto, sus dos primos y compañeros de hazañas Varan el Justo y Hrólmar Manos Rojas. Naid abría el camino, guiado por la espada Ira de la que hablaban las leyendas. Su destino: el Pantano Elevado, hogar de terribles monstruos y muertos vivientes. Según los espadas de Humakt, Indrodar guiaría a Naid hacia su destino mediante la espada.

[En el momento de otorgarle la espada Ira, le di al jugador que controla a Naid una espada de madera de verdad que había comprado hacía años precisamente para reflejar a Ira. Durante el trayecto en metro hasta el lugar de la partida, estuve «inscribiendo» las runas de Humakt en el filo y el pomo de la espada. La gente me miraba raro, pero me dio igual. El momento de darle la espada al jugador, que no se esperaba este detalle, moló mil.]

Mientras atravesaban unas colinas, Varan percibió que se acercaban jabalís gigantes y pronto todo el grupo desenvainó sus armas para hacer frente a una banda de jinetes de los colmillos. Hrólmar, que había subido de un salto a la rama más alta de un árbol, inició el ataque arrojando una de sus jabalinas relámpago y luego se abalanzó sobre el líder de los medio-trolls acosándolo con su lanza. Varan repelió a dos rivales con una lluvia de flechas y Naid dio una voltereta por el suelo para evitar la carga de un jabalí gigante y poco después lo hizo retroceder al enfrentarlo a la visión de su propia muerte. Los jinetes de los colmillos eran enemigos ancestrales del clan Lechuza Azul, así que tras un breve intercambio de golpes y magia, Hrólmar usó la runa del movimiento para amedrentar al líder enemigo de tal forma, que este hizo girar a su montura y dio la orden de retirada a los suyos. Mientras se alejaba al galope, Varan le dejó un recuerdo de los orlanthis con una de sus rápidas flechas.


Más tarde, anocheció y los seis orlanthis acamparon. Pese a hallarse ya muy cerca del Pantano Elevado, la noche transcurrió sin incidentes. El día siguiente amaneció muy nublado y se pusieron en camino sin entretenerse. Sin embargo, todos fueron percatándose de que había algo extraño en el cielo. A medida que la fronda de los árboles por encima de sus cabezas se hacía menos espesa, vieron que las nubes cubrían la negrura de una noche sin fin. Por mucho que pasaran las horas, el sol no reaparecía, y la única fuente de luz era un levísimo resplandor visible por todo el horizonte. Alguien comentó que tal vez habían traspasado el velo del mundo terrenal y se hallaban ya en la era mítica de la Gran Oscuridad. Fue durante este tiempo antes del tiempo, cuando el cosmos estuvo a punto de sucumbir y los pocos reductos de supervivientes luchaban desesperadamente entre los estragos de la guerra de los dioses y la invasión de las fuerzas del Caos.

No tardaron en divisar un asentamiento orlanthi desconocido. Estaba rodeado por una empalizada y un puñado de guerreros mal pertrechados se defendían a duras penas de una horda de muertos vivientes.


El grupo de orlanthis con Naid a la cabeza corrió en ayuda de los defensores y su embestida contra el flanco de los muertos obligó a su líder a batirse en retirada. Aquellos extraños orlanthis de tiempos remotos les agradecieron su ayuda y les invitaron a cenar en su salón. La comida que les sirvieron estaba deliciosa. Al terminar, el hombre de leyes del clan recitó una antigua leyenda:

«Ocurrió que Orlanth se encontraba ausente en la Arboleda de Yinkin, mediando en una disputa entre el clan Hiereatodos de Vadrus y el clan de los Reptantes Terrestres, cuando le llegó la noticia a Humakt de que Korkrendle el Sin Aliento se acercaba al Reino de las Tormentas con un ejército de Los Que No Respiran. Korkrendle era un enemigo temible con un agujero donde debería haber tenido su aliento. Estaba loco de envidia hacia el pueblo de Orlanth porque tenían algo -la respiración- que él ansiaba. Por su parte, la Tribu de la Tormenta temía a Korkrendle porque su magia era inútil contra él. Este enemigo absorbía la magia en su agujero de aliento y se volvía más fuerte. Korkrendle temía a Humakt sin embargo, pues la muerte era el maestro de todos. Esta vez, Korkrendle trajo una fuerza suficiente para aplastar a la Espada y robar el aliento de toda la Tribu de la Tormenta. No obstante, Humakt no teme a nada porque él es la Muerte. Así pues, reunió una banda improvisada de thanes, granjeros y siervos para defender a la tribu. 
Humakt condujo su grupo a los Cuarteles del Trueno y exigió una cota de anillos para cada uno de los integrantes de su banda. Los guerreros allí reunidos se burlaron y se rieron de su fortaleza. Humakt no suele jactarse de nada, pero esta vez sí lo hizo. Y tan sombrías fueron sus palabras que incluso algunos de sus nuevos seguidores se alejaron en silencio y los guerreros humillados del cuartel proporcionaron cotas idénticas a todo el grupo. 
A continuación, Humakt se dirigió a Gustbran y le pidió armas para todo el grupo. El herrero estaba discutiendo con su aprendiz sobre algún mineral que faltaba y se negó. Humakt le contó la Verdad de la situación y Gustbran proporcionó la misma espada a cada uno. Algunos no pudieron sostener las empuñaduras todavía calientes y las dejaron caer de dolor. Humakt los dejó cuidándose sus quemaduras.
Entonces Humakt entró en la forja de Inginew y le pidió que hiciera una máscara de batalla para cada uno de sus seguidores. Inginew no podía, porque Eurmal le había robado su último trozo de hierro. El Señor de la Muerte había visto a Minlinster dirigirse al sur esa misma mañana y tuvo la certeza, como sólo la muerte la puede tener, de dónde encontrar al Embaucador. Entró en la sala del maestro cervecero y encontró a Eurmal, con la cabeza en una cuba de cerveza. Tan oscuro era el resplandor de la Espada que la cerveza se agrió de miedo. Eurmal sacó la cabeza con cara de desgraciado. «Ojo-severo», exclamó al ver a Humakt. «¿Vienes a beber conmigo?». Se acercó a una nueva cuba y sacó una jarra de hierro en bruto. Ofreció bebidas a su alrededor y algunas de esas pobres almas que seguían a Humakt aceptaron. Humakt se negó y exigió la devolución del mineral de Inginew. Y así fue como el asustado Eurmal le entregó inmediatamente su jarra y le explicó que al ver el mineral había pensado que haría una buena jarra. Con eso, Humakt y lo que quedaba de su banda obtuvieron máscaras de batalla idénticas de Inginew. 
Humakt se situó junto al grupo y nadie podía distinguir uno de otro. Y así, Humakt guió a su banda y los ocultó por todo el camino que seguían Los Que No Respiran. Uno de ellos fue ocultado en la Colina de Torvas, otro en el Barranco de Baethrin, otro cerca del Torrente Peni y así sucesivamente. Cuando Korkrendle se acercó al Valle del Roble Azul, Humakt salió de entre los árboles. 
—No pasarás —dijo. El ejército enemigo se estremeció, pero Korkrendle se rió.
—¡No nos puedes detener a todos, asesino! 
El ejército subió a la Colina de Torvas, pero allí otro Humakt apareció en la cima. La misma voz sombría se oyó tras las dos máscaras: 
—No pasarás. 
El ejército se dirigió al Barranco de Baethrin y un tercer Humakt salió de detrás de una roca. 
—¡No pasarás! —rechinaron las tres voces. Cuatro voces les detuvieron en el Torrente Peni. Cinco en el Abeto Ardiente. Seis en la Ribera del Tejón. El ejército temblaba de miedo, a medida que más Humakts parecían bloquear todos los caminos que intentaban. «No pasarás». 
Korkrendle aseguró a sus seguidores que solo había un Humakt, pero sus capitanes retrocedieron. Con un grito de rabia, el Sin Aliento se abalanzó contra el Humakt más cercano. La forma acorazada se estremeció y se llenó de energía. Humakt dio batalla al monstruo mientras sus seguidores observaban tras sus máscaras. Korkrendle intentó absorber el Aliento de Humakt, pero no pudo, ya que el aliento del dios de la Muerte llegó a través de Havan Vor y del Valle de la Muerte. El miedo conquistó la rabia de Korkrendle y huyó con su ejército tras de él.»

Justo al terminar la historia, llegó un jinete al pueblo y anunció que se aproximaba un enorme ejército por todo el horizonte. Una horda tan descomunal que iba a rodear el pueblo por completo. Todos los habitantes empezaron a recoger sus cosas para huir antes de que fuera demasiado tarde. Al advertir que se trataba de Korkrendle, Naid asumió rápidamente el papel de Humakt en el mito y reunió a un grupo de valientes. Dirigió a los suyos al cuartel y a la herrería para hacerse con cotas idénticas para él y su grupo, además de espadas y yelmos con máscaras iguales. Como en el mito, en cada uno de estos lugares, varios de los voluntarios que había reunido decidieron marcharse, hasta que solo quedaron unos cinco.

Acto seguido, Naid distribuyó a sus cinco compañeros en puntos equidistantes alrededor del asentamiento. Gracias a los rituales que habían hecho en el templo, todos podían usar la runa de la Muerte como si fuera su runa principal. Y también gracias a eso, la Muerte potenciaba su habilidad con la espada incluso a aquellos que siempre habían usado otras armas.

Cuando la horda se aproximó lo suficiente, Naid salió al paso de la hueste que se acercaba por su lado y exclamó a pleno pulmón: «¡¡¡No pasarás!!!». La misma voz se oyó en otros cinco puntos alrededor de la empalizada, a medida que los compañeros de Naid daban un paso al frente y aferraban con fuerza el pomo de sus espadas. La horda de muertos se abalanzó sobre ellos y ellos respondieron blandiendo sus espadas cargadas con el poder de la Muerte. Segando cabezas a diestra y siniestra, los seis aniquilaron a la primera oleada sin problemas. Con cada bandazo de la espada, quince o veinte muertos salían despedidos por los aires y los más cercanos caían segados a su alrededor.

[Fue una gozada aprovechar al máximo las reglas de HeroQuest para describir acciones más allá del realismo, mientras de fondo sonaba fuerte Carmina Burana. Subidón tremendo, mientras por turnos, cada unos de los jugadores describíamos cómo luchábamos con pleno «epicismo» contra la horda de los muertos como poseídos por el propio Humakt. Esta era la prueba final de la búsqueda y el máster la dirigió con una contienda extendida.]


Las primeras oleadas cayeron rápido, pero seguían llegando más y más, y el enemigo no se agotaba ni se detenía. Los brazos comenzaban a cansarse y el enemigo ganaba terreno en algunos frentes. Había que apresurarse, pero entonces llegaron los seis capitanes del ejército, seres muertos montados en corceles esqueléticos, dotados de fuerza cruel y pertrechados con buenas armaduras. Tras una dura batalla, también estos cayeron presa de la Espada, y los orlanthis que habían logrado vencer a la horda por su lado, acudieron en ayuda de los que tenían problemas. Entre todos, finalmente la horda fue vencida y los defensores estallaron en gritos de júbilo.

Poco después, el paisaje se fue desdibujando. El grupo de orlanthis despertó en el mismo lugar donde había acampado. Sin embargo, Naid había desaparecido. Sus compañeros, extrañados, decidieron regresar al templo de Humakt en el Collar de Indrodar. Al llegar, los miembros de su clan y los sacerdotes de Humakt los recibieron con gran orgullo.

Poco después apareció entre la multitud uno de los espadas de Humakt acompañado de otro hombre. El sacerdote se dirigió a los presentes:

—Miembros de los Lechuza Azul, este hombre que me acompaña pide asilo en vuestro clan. Es un buen guerrero. ¿Querréis adoptarlo como thane de armas?

Los compañeros de Naid vieron a su amigo cambiado. Su mirada era diferente. Cuando el jefe del clan Lechuza Azul respondió afirmativamente, Varan y Hrólmar se acercaron a Naid para felicitarle, pero este les estrechó la mano casi como si no los conociera de nada.

—¡Naid! Bienvenido de nuevo al clan —le recibieron sus amigos.
—Naid ha muerto —respondió su primo con frialdad—. Llamadme Írain a partir de ahora.


El jugador recibe la espada Ira que su personaje recuperó del Pantano Elevado en una aventura anterior.

Y así terminó la partida. Entre los invitados a la ceremonia había una delegación del clan Vacas Rojas, aliados de los Lechuza Azul, así que es probable que nos pidan ayuda en el futuro. En fin, fue una historia lineal y corta, pero intensa y con mucha, mucha acción. Además, el máster supo amenizarla muy bien con la música adecuada. Si os ha gustado, dejad un comentario y haréis feliz a nuestro máster Kenrae. Tal vez más adelante me anime a relatar las aventuras anteriores a esta.

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(El mito Las Máscaras de Humakt es obra de Wesley Quadros. Las ilustraciones son obra de Stefano Gaudiano y Mike Raabe para el videojuego King of Dragon Pass de la empresa A Sharp.)

10 comentarios:

  1. Ooooh esa espada y esa Pantalla! Fantástica partida, felicidades.

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  2. ¡Viendo como os lo pasasteis, ese jugador deberá ausentarse más! :P Muy guai el Pantano Elevado, ¡siempre ha sido uno de mis lugares favoritos de Glorantha!

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  3. Al contrario, será mejor que se ausente menos, que con la campaña de samuráis también lo pasamos muy bien y hay que terminarla algún día. ;-)
    Esto solo fue aprovechar la ocasión para atar un cabo suelto de la anterior campaña.

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  4. Detalle increíble el de la espada. Magnífica entrada, como todo el blog.

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    1. Hola Bardo, muchas gracias por el tu comentario. Espero que te siga gustando lo que voy escribiendo cada semana. :-)

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